Salvador “Chava” Posada J.R. nació el 31 de Octubre de 1986. Se crió en La Villita, un barrio en el lado oeste de Chicago.
Mi primo, Chava, era una persona sencilla. El disfrutaba cosas como jugar a videojuegos, ver programas de televisión, ver WrestleMania, y muchas otras cosas. No había nada grandioso sobre él; él era un hombre de gustos simples.
Creciendo en La Villita, Chava siempre nos decía la verdad. Constantemente nos recordaba que nos mantuviéramos alejados de las pandillas y las drogas. Nos decía: “Si alguna vez me entero de que ustedes están haciendo drogas, en pandillas, o haciendo cualquier otra cosa tonta, voy a meterles una paliza.” Las palabras que pueden parecer hostil a los demás, eran palabras en las que encontramos protección y amor.
Nos dijo que él había experimentado estas cosas y que nunca quería que nosotros las experimentamos. Como un chico joven, mis primos y yo, más bien lo ignoramos. Yo no entendía lo que estaba diciendo. No podía procesar la gravedad de por qué quería que nos alejáramos de las drogas y las pandillas.
Al crecer, yo nunca estuve muy cerca de Chava. Lo miraba alrededor y él me hablaba, pero nuestra diferencia de edad hizo que fuera difícil para nosotros encontrar un enlace. Más allá de eso, unos problemas familiares hicieron que fuera difícil el vernos y el estar en contacto.
Avancé rápido unos pocos años, Chava fue a la universidad de la comunidad a estudiar para ser electricista. A pesar de que casi terminaba con su entrenamiento eléctrico, decidió alistarse en el ejército y construir su carrera allí. Escuchaba historias de cómo Chava trabajaba en tanques y hacía, todas estas cosas geniales. Una vez más, los problemas familiares hicieron que fuera difícil para nosotros mantenernos en contacto, así que, no sé cómo de válidas, eran estas historias.
Pasaron los años y me llegaron noticias que Chava fue diagnosticado con cáncer. Recuerdo que quería contactarlo, pero me daba miedo porque yo no había hablado con él en un tiempo, y asuntos de la familia harían las cosas raras. Pensé a mí mismo, “Chava es joven, él hará frente a este tiempo difícil”.
Como humanos, a menudo tenemos una tendencia a creer que los demás son eternos. Bueno, desafortunadamente, no lo son. El 7 de Abril de 2011, cuando estaba en el séptimo grado, salí de la escuela y fui interrumpido por una llamada telefónica. Mi madre me dijo frenéticamente “Mijo, no puedo explicar todo, pero no te voy a recoger de la escuela. Voy a Washington D.C. Chava se está muriendo. Te amo.” Me quedé helado – mi piel estaba cubierta con piel de gallina. Ella me colgó. Me tomó un minuto para procesar lo que estaba pasando.
Chava estaba muriendo. Yo no entendía cómo o por qué. Nunca había experimentado una muerte en mi familia, y yo estaba perplejo. Llegué a casa esa noche para descubrir que mi hermano, mis tíos, mis primos, y yo íbamos a viajar a D.C. en carro.
No puedo poner en palabras la experiencia que tuvimos conduciendo a D.C. Estábamos atrapados en una tormenta que, literalmente, nos siguió hasta la Costa Este. A lo largo de nuestro viaje, hubo momentos en que estábamos conduciendo a 100 mph. El sentido de urgencia que teníamos de ver a mi primo, después de años, era suficiente para que no nos preocupáramos, por lo mal que estaba la tormenta, o de las muchas veces que casi estuvimos en accidentes de tráfico.
Nos tomó alrededor de 12 horas para llegar a D.C. Recuerdo claramente conduciendo dentro de el hospital de la base del ejército, parqueando el coche en la parte delantera del hospital, y corriendo a la habitación de mi primo. Las palabras nunca van a hacer justicia a cómo me sentí, cuando vi a mi primo. El cáncer lo consumió hasta el punto que estaba irreconocible. Recuerdo diciéndome a mí mismo, “Ese no puede ser mi primo.”
El 8 de Abril de 2011, Chava falleció. Chava era una persona sencilla, y eso es, lo que más me gustaba de él. A el le gusta ver programas de televisión, jugar juegos de video, y otras cosas sencillas. Pero murió siendo grandioso. Su carácter lo hizo dejar a su barrio para buscar una vida mejor para sí mismo. Su carácter inspiró a los que lo rodeaban para seguir trabajando duro y disparando hacia las estrellas.
Cada Halloween, me acuerdo de la ausencia de Chava. Pero también recuerdo los buenos recuerdos de la infancia que tuvimos trick-or-treating y viendo WrestleMania para celebrar su cumpleaños. Este Halloween Chava hubiera cumplido treinta años de edad. Mientras recuerdo el pasado de mis Halloweens en mi infancia con Chava y mis primos, me encuentro deseando poder regresar- deseando poder hacerle saber lo mucho que me importaba a mí y a los que le rodeaban. Su muerte me enseñó que la vida es una cosa preciosa y cuando te dan dos manos, dos pies y un cuerpo sano, entonces usted no tiene ninguna excusa para dejar de perseguir sus sueños. También me enseñó a mostrar constantemente a los que me rodean que estoy agradecido por ellos, porque no somos eternos.
Este Día de los Muertos honraré a mi primo simplemente haciendo lo que él quería que sus primos pequeños hicieran: ser lo mejor que podríamos ser. Voy a seguir trabajando duro y seguir, para permanecer lejos de las malas influencias. Quizás también miro, un episodio de Supernatural o juego un videojuego en su honor. Pero, una cosa es cierta: Halloweens no son los mismos. Feliz Cumpleaños primo, te extrañamos.
Guillermo Camarillo
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