Todavía recuerdo la primera vez que me senté y consideré mis opciones para programas de posgrado. Aunque creía tenerme confianza, la idea de aplicar a programas competitivos me dio miedo. Fui a la Universidad de California en Riverside para mis estudios universitarios y me gradue con un promedio medio. Si tenía a mi favor haberme graduado un año antes, pero todavía me sentía como si yo no estaba “a la altura” o a la expectativa de lo que debía ser. Cuando mi maestro mentor, el Sr. Juarez, me recomendo que aplicara a Teach For America, me reí. La idea de aplicar a un programa tan prestigioso y excesivamente competitivo me puso nerviosa. Todavía recuerdo cuando me pregunto porque no quería aplicar y aunque dudo haber sido tan honesta con el como lo soy hoy, la verdad era que no creía que pudiera entrar.
Aunque esa fue la primera vez que una persona me preguntara sobre mi propio proceso de pensamiento, no fue la primera vez que me sentí así. Ni siquiera pensé en aplicar a las universidades del Ivy League o colegios altamente selectivos durante mi último año en la escuela secundaria, porque sentía que iba a ser rechazada. Tampoco aplique a internos en la universidad porque estaba segura de que no iba a ser admitida. Yo no solicite puestos de trabajo donde a lugares “fueran de mi alcance” porque estaba segura de que no conseguiría el trabajo y yo no quiero perder mi tiempo.
Durante años, me he dicho “no” a mi misma sin darme cuenta que me estaba convirtiendo en mi propia enemiga, limitándome de las muchas oportunidades disponibles para mí.
El año pasado, todo cambió. Me encontré con un gran mentor que me ofreció tutoría y asesoramiento. Me ofreció la oportunidad de dirigir un programa de educación y tomó el riesgo de darme poder completo sobre la dirección del programa, a pesar de que de acuerdo a mis propias normas, no estaba “calificada” para ser una gerente. Durante nuestra primera reunión, supe que era especial. Estaba ansioso por compartir su sabiduría, su experiencia y su pasión por la educación conmigo y supe que había ganado el premio gordo. Pero fue algo que me dijo que puso mi vida en perspectiva.
Tras cuestionar respetuosamente mis razones por las cuales no aplique a la universidad fuera del estado, dijo: “No digas no por otros. Si no está destinado a ser, deja que ellos sean los que te digan no.”
En ese momento, sentí que todas mis decisiones volvieron a atormentarme. Recuerdo haber ido a casa sintiéndome abrumada por los muchos “qué hubiera pasado,” al pensar en todas las oportunidades perdidas. Un día, tomé el día para enfocarme en mi y mela pase escribiendo todas las veces que no le hize clic para enviar mi solicitud porque me sentía con reservas, y todos los puestos de trabajo y los programas que me habían interesado pero a los cuales nunca me habia comprometido a aplicar porque estaba segura de que volvería a ser rechazada. Con esa lista en la mano, me inspiré para crear una nueva lista. En la nueva lista, escribí todas mis metas y mis sueños. Decidí hacerme un nuevo tablero de visión, sin restricciones y me prometí a mí misma a asumir riesgos, sin temor o rechazo.
Como asesora de la universidad, me encuentro repitiendo esas mismas palabras de consejo que me ofrecieron a mi a menudo. Si hay una cosa que quiero engranar en cada uno de los cerebros de mis estudiantes es el: “No digas no por otros. Si no está destinado a ser, deja que ellos sean los que te digan no.”
Durante el proceso de solicitud a la universidad, muchos estudiantes se limitan sin saberlo. Oímos hablar de los estudiantes que fueron aceptados en todas las instituciones de prestigio y los celebramos como excepciones.Sin embargo, nunca nos detenemos a preguntarnos por qué no hay más estudiantes aplicando. Nuestras nuevas generaciones son aún más competitivas que antes, pero todavía hay un gran reto al que muchos de ellos se enfrentan: el miedo a asumir riesgos y el miedo al rechazo.
Me he perdido de muchas oportunidades y tuve que llevar conmigo el “qué hubiera pasado” durante años. Me niego a dejar que mis estudiantes lleven esa misma carga. Así que la próxima vez que le pregunten a un estudiante dónde están aplicando, desafíalos y pregunten por qué no [inserte cualquier otra escuela aquí]. Y si por casualidad, su respuesta es a lo largo de las líneas de “No creo que me acepten ahí,” por favor, compartan las palabras de mi asesor y ayuden a cambiar su narrativa:
No digas no por otros. Si no está destinado a ser, deja que ellos sean los que te digan no.
Alma Renteria
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