Tomó Los Traumas De La Cárcel Por ‘Los Cuernos’ y Hoy Avanza Hacia Una Maestría Universitaria

Como originalmente publicado en Hoy Los Angeles

Los días oscuros y aislados de la gente la destrozaron; la aglomeración de personas todavía la desespera, pero poco a poco eso ha ido cambiando, al observar lo que ha logrado.

Lily González, nacida en Los Ángeles, se convirtió en bloguera por accidente, porque cuando ingresó a la universidad tenía problemas con los ensayos. Sin embargo, a través de sus escritos en diferentes sitios electrónicos le ha servido para alentar a otros.

“Es fácil juzgar a la gente”, dice la joven, de 33 años de edad, sobre los estigmas hacia los expresidiarios, situación que ella vivió entre el 2008 y 2011, pero advierte que el tiempo entre los barrotes de una fría celda son desgarradores como para seguir siendo señalados.

Me explicaron la importancia de graduarme, para que gente como yo se vea reflejada en las instituciones universitarias”.— Lily González, joven que se convirtió en bloguera por accidente,

Cuando tenía 18 años, González falsificó la firma de su madre, a quien dejó de ver desde que era niña. Después de siete años, la encontraron culpable de fraude y la condena fue por cuatro años.

“Leía de todo, aunque casi no habían libros”, recordó. En las 23 horas de encierro diario, pasaron por sus manos las obras de Gabriel García Márquez e Isabel Allende, entre otros libros que le enviaban sus familiares.

La oscura celda se convirtió en una tortura. El tiempo que pasó solitaria, provocó que al recobrar su libertad tuviese problemas para retener información en su mente y se le complicara socializar. “No aguanto donde hay mucha gente, me frustro”, aseguró.

De acuerdo al Departamento de Correcciones y Rehabilitación, en California hay 128,643 personas en prisión. A juicio de González, lo que menos realiza esa institución es rehabilitar a las personas, tampoco los preparan para salir a la calle.

El título universitario, asegura Lily González, le ha servido para inspirar a otras que han atravesado los mismos traumas que ella.
(Cortesía)

Por ese antecedente, le fue difícil encontrar trabajo. No obstante, al tocar puertas encontró ayuda en organizaciones no lucrativas, en donde la animaron a seguir en su educación.

“Me explicaron la importancia de graduarme, para que gente como yo se vea reflejada en las instituciones universitarias”, comentó sobre el acompañamiento que le dieron en La Comadre, entidad con sede en Monterey Park que asiste a personas a navegar el sistema educativo.

En Homeboy Industries, además, le dieron empleo sin tomar en cuenta su récord penitenciario y le proveyeron un consejero. En el 2016 se graduó de la Licenciatura en Estudios Chicanos, en donde contó con la ayuda del profesor Gabriel Gutiérrez, quien se convirtió en un mentor.

“Sí se puede con apoyo, no se puede sola”, aseguró sobre el título que obtuvo en la Universidad Estatal de California en Northridge (CSUN), el cual le sirvió de inspiración.

Entrar en la universidad, advirtió, se transformó en una ventana. La habilidad que desarrolló para escribir, la utilizó para publicar en un blog. Así fueron surgiendo nuevos textos que se convertían en una catarsis, porque en su entorno académico todavía mantenía oculto el tema.

 

Después de dos años de haber salido de prisión, Lily González ingresó a la universidad y ahora avanza en una maestría. (Cortesía)

“La forma en que me pude pagar mis estudios fue por escribir”, reveló, indicando que en un blog se le hace sencillo porque fluye de forma natural, pero los ensayos académicos todavía se le hacen difíciles. “Es chistoso que batallé con la escritura y vine siendo escritora”, dijo entre risas.

Antes de obtener su diploma, aseguró que un día se paró en una clase y contó a los compañeros su experiencia en prisión. En vez de rechazo, encontró solidaridad. Y para su sorpresa, se dio cuenta que otras personas estaban luchando con los mismos estigmas que ella.

El día de su graduación, recordó que no pudo celebrar como era requerido, a causa de los traumas. Hoy que se encuentra en el primer año de su maestría, con los comentarios de personas cercanas le han ido abriendo los ojos para asimilar las metas alcanzadas.

“Tenía miedo [de ser feliz], pero agarré la vida de los cuernos”, dijo en tono coloquial.

Por su experiencia, cree que se deben quebrar los estigmas que se colocan a las personas que han estado en prisión; y en vez de criticar, hay que ayudar.

“Cuento mi testimonio porque hay personas desesperadas como me sentía yo, y cuando se mira a alguien igual le ayuda a uno; no se trata de que yo me gradué de la universidad, sino de que vean como una persona que estuvo presa se puede superar”, concluyó.

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