Tuve mi primer ataque de ansiedad cuando tenía 23 años, y en transición a un nuevo trabajo. Estaba entrando en mi tercer año de enseñanza. Al aceptar una oferta en una nueva escuela, también asumí el reto de trabajar bajo un líder escolar sin experiencia, y francamente, horrible. Desafortunadamente, el estrés de trabajar bajo alguien incompetente que era condescendiente y desdeñoso, me abrumó y me llevó a desarrollar ansiedad.
Todavía recuerdo ese primer ataque de ansiedad como si fuera ayer. Recuerdo que me sentí mal todo el día y alrededor de las 4 AM, me levanté de la cama, porque podía oír el latido de mi corazón, y sentía dolor en el pecho y sudaba sin control. Me senté en la sala de estar y lloré porque pensé que estaba teniendo un ataque al corazón y no pude hacerme reaccionar. Cuando finalmente tuve fuerzas para levantarme y pedir ayuda, mi madre me ayudó a calmar el pánico. Una vez que comencé a calmarme, el miedo a un ataque al corazón desapareció, pero el temor de irme a dormir, y no despertarme, me mantuvo despierta por el resto de la noche.
A la mañana siguiente, me apresure para ir, a cuidados urgentes. Después de pasar por múltiples exámenes, mi médico me diagnosticó un trastorno de ansiedad. En base a todos los síntomas presentados, me dio días de descanso en mi trabajo y me recetó una serie de medicamentos. Una medicina era Lorazepam, un sedante que se usa para aliviar la ansiedad. Durante mi breve ausencia del trabajo, la medicación me indujo a dormir, y me ayudó a reducir la agitación, pero me causó sentirme demasiado tranquila. Fue a través de esta experiencia, que tuve mi primer encuentro con la necesidad de autocuidado. Terminé abandonando ese trabajo, y aunque me dolió irme a mitad de año, fue la mejor decisión que pude haber tomado para mi propia salud mental.
Avancé rápido hasta hoy, todavía estoy luchando contra la ansiedad. Mientras que los períodos de estrés y un ambiente de trabajo a veces hostil, tienden a desencadenar mi ansiedad, vivir con ella y aprender sobre ella me ha formado en la persona que soy. Me ha enseñado a pedir ayuda y respetar mis limitaciones, mientras me ha hecho más consciente y más fuerte. Vivir con un trastorno de ansiedad me ha forzado a convertirme en una prioridad, todavía me sorprende cuando encuentro personas que rechazan la ansiedad y nos hacen cuestionar, si en realidad estamos simplemente “reaccionando exageradamente al estrés”. La verdad es que si dejamos de andar de puntillas alrededor de los temas de salud mental, seríamos mejores personas, ya que todos llegaríamos a ser más empáticos el uno por el otro.
Así que, aquí está lo que pido: deje de pretender que la ansiedad no existe. Esté abierto hablar del tema. Si hay algo que aprecio de toda esta trayectoria, ha sido la oportunidad de ahora estar allí para mis amigos cuando ellos también lidian con la ansiedad. Necesitamos crear conciencia, y permitir que seamos lo suficientemente vulnerables como para pedir y aceptar ayuda cuando más la necesitamos. Como dice el refrán, no podemos verter de vasos vacíos, no permitamos que la ansiedad nos haga sentir vacíos. Debemos estar ahí, el uno para el otro.