Me gradué de una preparatoria pública en el este de Los Ángeles, hace casi nueve años. Aunque mi familia tenía problemas económicos en casa, yo era la más joven de mis hermanos, y la única que tuvo la oportunidad de inscribirse y matricularse en una universidad de cuatro años. Tenía un excelente GPA, clases de AP y actividades extracurriculares para mostrar en mis aplicaciones. La matrícula de estudiantes de mi escuela preparatoria, fue más de 2,500, y sin embargo, pude mantener un buen plan académico. Me sentí orgullosa y privilegiada de ser admitida en UC Santa Barbara, en el otoño de 2009. Después de mucho trabajo y determinación, me gradué en Junio de 2013 con una licenciatura en Estudios Chicanas y Chicanos.
Mi primer año en UCSB, definitivamente, estuvo lleno de experiencias de aprendizaje, altas y muchas bajas. Fue emocionante, me sentí nerviosa, y a menudo sentía nostalgia, lo cual es normal para una joven de 18 años que se va de su casa por primera vez. Mis cuatro años en UCSB fueron los mejores años en respecto a mi crecimiento personal. Pero antes de entrar en más detalles sobre mis increíbles experiencias de aprendizaje, quiero referirme a lo que mi preparatoria podría haber hecho para prepararme mejor para el colegio.
Como primera generación mexicoamericana y estudiante de primera generación que creció en East LA, necesitaba más, que buenas calificaciones y actividades extracurriculares para tener éxito en UCSB. Lo que necesitaba era una guía sobre cómo navegar a través de un mundo diferente al que estaba acostumbrada. Quisiera haber aprendido a existir, en un entorno de ritmo acelerado lleno de otros estudiantes que crecieron con más recursos que yo, y que habían asistido a escuelas con más recursos de los que mi preparatoria tenía para ofrecer. Necesitaba que alguien me hubiera dicho, que habría días en los que no iba poder pagar una comida caliente, o que apenas iba poder pagar el libro de texto de $200 que se requería para pasar Geografía 1.
Me hubiera gustado que mi preparatoria hubiera podido organizar talleres de educación financiera para familias y estudiantes por igual. Mis maestros en la preparatoria podrían haber organizado noches familiares, donde explicarán las oportunidades de becas y les mostraran a los padres cómo ayudar a sus estudiantes a solicitar a FAFSA. Durante mi tiempo trabajando en KIPP (Knowledge Is Power Program), aprendí que incluir a las familias a través de este proceso es, extremadamente útil, especialmente para los estudiantes universitarios de primera generación. La responsabilidad de preparar a los estudiantes para llegar al colegio y a través de él debe compartirse entre la escuela y las familias, y proporcionar el conocimiento y los recursos para los padres, juega un papel muy importante en el éxito de nuestros estudiantes en el colegio.
También me hubiera gustado que alguien, me hubiera dicho, que sin importar lo que dijera alguien y sin importar cómo alguien pudiera hacerme sentir, tenía todo el derecho de estar allí, y que merecía cada experiencia maravillosa que el colegio tenía para mí.
No culpo a mi preparatoria por cada obstáculo que tuve que atravesar emocionalmente o financieramente, pero sí creo, que mi preparatoria podría haberme preparado para el choque cultural y la adaptación que tuve que atravesar como una mujer de color, antes de poder centrarme completamente en mi educación postsecundaria. Si hubiera habido más maestros de color, que hubieran crecido en mí misma comunidad, o cuya vida hogareña hubiera sido similar a la mía, eso hubiera sido útil para mí. Tal vez mi preparatoria debería haber hecho un mayor esfuerzo para contratar maestros que tuvieran antecedentes similares a los míos y que tuvieran experiencias universitarias de primera mano que pudieran compartir con sus alumnos.
Mi preparatoria pública está ubicada en una comunidad marginada, donde más del 70% de las familias, califican para almuerzos gratis o, a precio reducido, y el 99% de los estudiantes son estudiantes de color. Debería haber habido más conversaciones sobre desafíos financieros, disparidades raciales y la sensación potencial de no pertenecer a un entorno de educación superior. Éstas son todas las cosas que desearía haber sabido antes, de llegar a UC Santa Barbara.