Nadie quería recibir ese papel amarillo descolorido que significaba que tenías que ir a ver al Sr. V. Aunque tuve la suerte de nunca haber sido llamado a su oficina, mis “amigos” siempre habían salido de allí con detenciones, suspensiones, o, incluso citaciones. Así que cuando recibí uno de estos papeles al final de mi último año de la escuela preparatoria, mis palmas se volvieron más grasosas que los plátanos fritos que hacía mi mamá todas las mañanas.
El Sr. V. era el consejero de nuestra escuela y mientras tomaba esa temida caminata hacia su oficina, pensé: “¿Por qué lo llaman consejero de ‘orientación’?”
En todos mis cuatro años de asistir a esa escuela, nunca había tenido una interacción personal con él, y mucho menos recibí alguno de sus consejos. Cuando entré, me presentó dos cartas que habían sido enviadas directamente desde el gobernador. En sus palabras, “Aparentemente has ganado dos Becas del Gobernador por obtener puntajes en el percentil diez del estado en tus exámenes estandarizados por tu segundo y tercer año de preparatoria”. Después de entregarme algunos documentos y volver estoicamente a su computadora, dije: “Gracias por la orientación”.
De acuerdo, tal vez no dije eso en voz alta, pero tal vez debería haberlo hecho.
Lamentablemente, no estaba al tanto de las fechas límite para el SAT y la universidad y, no completé los trámites necesarios para ir a una universidad de cuatro años. Por lo tanto, no pude aprovechar esas becas como hubiera podido aprovecharlas. Viví con la responsabilidad de esta oportunidad perdida durante años. No sólo me iría en viajes de autoculpa, sino que también sentí un nivel de resentimiento hacia mi madre.
Pero, ¿quién es realmente el culpable?
Robert Balfanz, de la Universidad John Hopkins, ha descubierto que hay una epidemia de abandono de la escuela en Estados Unidos. Su investigación se ha puesto de relieve en el críticamente aclamado documental Waiting for Superman, donde el término “fábricas de abandono” se utilizó para indicar a las escuelas preparatorias que tienen menos del 60 por ciento de sus estudiantes de primer año, que llegan al último año. Lo adivino. Yo asistí a una de estas “fábricas de abandono”. Aunque sé que podría haberme defendido más por mí mismo, también sé que el hecho de salir de esa escuela fue un logro.
¿Qué no, mi madre, debería haber estado más involucrada? ¿Podrías haber esperado que una madre soltera de cinco niños, viviendo por debajo del umbral de la pobreza, que no hablaba inglés, que tuviera los conocimientos necesarios para navegar a un hijo, a través del proceso de solicitud a la universidad? De acuerdo con Child Trends Databank, solo el 32 por ciento de las madres latinas pueden ofrecerse como voluntarias en las escuelas de sus hijos, con no mucho más, asistiendo a una sola reunión de información.
Entonces, ¿la carga recae en asesores como el Sr. V.? Para obtener la perspectiva de un consejero, entrevisté al Sr. B., un consejero que asistió a la misma escuela preparatoria que yo, y ha servido en múltiples distritos escolares. Él cree que los distritos escolares varían, en lo que esperan de sus consejeros. Muchos inundan a los consejeros con el trabajo de programación y supervisión, que dificulta que los consejeros dispuestos, trabajen con los estudiantes en sus trayectorias académicas. Los datos del Instituto de Investigación Educativa de Los Ángeles muestran que los consejeros dedican solo el 15% de su semana laboral, a ayudar a los estudiantes con el proceso de solicitud de ayuda financiera o universitaria.
Si queremos que los estudiantes de nuestra comunidad alcancen su potencial, debemos esperar más de nuestros consejeros y nuestros distritos. Los distritos tienen que apoyar a los consejeros dispuestos con el tiempo y los recursos adecuados que necesitan para guiar a los estudiantes a tener éxito. Y para los Sr. V.’s del mundo, tal vez los distritos escolares deberían considerar darles su propio tipo de slip … un pink slip, notificación de despido.
Carlos Monzon
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