Como miembro de la junta escolar y educadora, muchas veces tengo el desafío de tener que explicar a las personas que la brecha de logros, es en realidad una cuestión secundaria de la brecha de creencias. La brecha de rendimiento explicada por el glosario de la reforma educativa, “se refiere a cualquier disparidad significativa y persistente en el rendimiento académico o el logro educativo entre diferentes grupos de estudiantes, como estudiantes blancos y minorías, por ejemplo, o estudiantes de hogares de ingresos altos y bajos”. Irónicamente, para muchos de mis colegas, es más fácil centrar la atención en la brecha de rendimiento, ya que nos permite pensar, que a través de una intervención académica intensiva y programas de apoyo adicionales, podríamos eliminar la “brecha”. Desafortunadamente, el problema es mucho más grande que eso. Aunque creo firmemente, que la mayoría de nosotros en posiciones que tienen poder sobre cambiar los logros de un distrito escolar, tenemos una comprensión clara de que comprometernos a cerrar las brechas de logros significa que debemos comprometernos a una distribución equitativa, de los resultados educativos, no estoy seguro de que todos comprendamos que en el corazón de eso, hay un problema por el cual debemos estar más cómodos teniendo conversaciones difíciles; esa es la “brecha de creencias”.
La investigación compartida por las Escuelas Innovar, conocidas como Innovate Schools, ha encontrado que los profesores tienen expectativas más bajas para los estudiantes de color y tienden a creer en los estudiantes blancos incluso, cuando ambos tienen el mismo historial académico; este fenómeno se llama “brecha de creencias”. Esta investigación se remonta, al trabajo iniciado en los años 60:
“En 1964, el profesor de Harvard Robert Rosenthal, hizo un famoso estudio sobre cómo las expectativas de los maestros afectan a los estudiantes. En una escuela primaria en San Francisco, Rosenthal eligió estudiantes al azar. Les dijo a sus maestros que éstos estudiantes en particular, experimentarían un crecimiento significativo en su cociente intelectual. Después siguió a los estudiantes y profesores durante dos años.
¿El resultado? Los maestros comenzaron a favorecer a esos estudiantes más. Les dieron más tiempo para responder preguntas. Les proporcionaron comentarios más específicos. Incluso, sonrieron y asintieron a estos estudiantes más que al resto. Al final de los dos años, aunque éstos estudiantes en realidad no tenían un mayor coeficiente intelectual que los demás, la mentira de Rosenthal, se hizo realidad. Estos estudiantes terminaron obteniendo puntajes más altos en las pruebas de inteligencia.
El experimento de Rosenthal demostró el increíble, poder de la creencia. Cuando los maestros creen en un alumno, el alumno rinde mejor, independientemente de sus logros académicos pasados. Pero lo opuesto también es cierto”.
Alma Renteria
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