La mayoría de los estudiantes detestan levantarse temprano el lunes por la mañana para ir a la escuela. ¿Para mí? Bueno, he sido un caso especial desde que puedo recordar. Yo incorporé la definición a quien madruga dios le ayuda durante diciembre y enero. Afortunadamente para mí, el Sr. Morán, también era un madrugador; así que, cuando le mandé un mensaje de texto, con un nudo en la garganta pidiendo un raite, a las cuatro de la mañana, él respondió de inmediato. La respuesta de Morán fue simple, pero podría clasificarse como la última esperanza que me salvó. Su respuesta decía: “¡Estoy feliz de ayudar como pueda! Sé que todas las cosas pueden ser estresantes, pero encontrar tu camino hacia, y desde la escuela no debería ser uno de ellos.” Así que, me senté allí por las mañanas, en Starbucks, a las cinco de la mañana, esperando que me recogiera y me llevara a la escuela con él.
A veces me pregunto dónde estaría en este momento si me hubiera quedado en casa, ya nunca me preguntó, si tomé la decisión correcta. La realidad de todo es que hice, lo que tenía que hacer para mi futuro. Recuerdo haber sido castigada después de mi entrevista, porque no solo asistí, sino que fui a comprar algunos libros en Barnes and Nobles después. Mi padre claramente no aprobó que yo fuera a Harvard, y fue terrible cuando llegué a casa. Podría haber seguido viviendo con mis padres, en un lugar donde era restringida y abusada, no solo físicamente, sino, mental y emocionalmente.
Después de haber dormido en el automóvil de mi mejor amiga Val, la noche anterior, mi cuerpo se negó a levantarse para ir a la escuela. Las noches de tarea y las mañanas de madrugar, porque Val tenía que estar en el trabajo a las cuatro, constantemente me agotaban. Sin embargo, como una estudiante indocumentada, y una fugitiva de padres abusivos, no había lugar para errores. Recuerdo la negativa de mi padre al permitirme asistir a mi entrevista de Harvard el mes anterior, recuerdo que nunca asistieron a carreras de cross country, y recuerdo la deshumanización, después de haberles contado sobre mi depresión, ansiedad y pensamientos suicidas.
Pero no lo hice.
Me fui porque, en el fondo, sabía que me merecía algo mejor. Sabía que mis padres, nunca me ayudarían, ni me tratarían de la misma manera que trataban a mi hermano, y sus acciones lo demostraron. Yéndome fue mucho más que solo la entrevista de Harvard, se trataba de creer, en la posibilidad de un futuro mejor, un futuro en el que mi voz importaba, una forma de vida donde la educación superior, no parecía imposible.
Aunque fui diferida y luego negada por Harvard, me he comprometido con UC Berkeley, a partir de hace poco. Como estudiante de DACA del barrio, fue un honor haber sido considerada por Harvard, pero no haber sido aceptada no mide mi valía. Sin embargo, todavía llegué a Cal Berkeley, y ¿cómo llegué allí? No solo con la implacabilidad constante, y la determinación de tener éxito, sino con el sistema de apoyo a mi alrededor. La familia me había lavado el cerebro toda mi vida, que como estudiante indocumentada de una comunidad de bajos ingresos, la educación superior no era para mí, sin el apoyo de individuos como Morán y Val. Probablemente no estaría donde estoy.
Para todos los estudiantes de minorías, hay esperanza. Cree en ti, implacablemente. Como dijo Stephen King una vez: “El talento es más barato que la sal de mesa. Lo que separa al individuo talentoso, del exitoso, es mucho trabajo duro.” Entonces, trabaja más duro que aquellos que son afortunados de no haber experimentado tus luchas. Trabaja más duro simplemente porque puedes. Tu lucha no te define, pero te fortalece. ¡La educación superior es para ti también!