Hace unos días, me encontré planificando para el próximo año. Mientras sé que las metas y resoluciones anuales se consideran al final de un año calendario, como educadora, me encuentro viviendo en un calendario de agosto hasta el final de junio. Por lo tanto, planificar para el futuro, y pensar en las diferentes actividades y eventos que quiero traer a nuestra escuela para el próximo año, se ha convertido en algo normal para mí. Recientemente, en medio de dirigir un desafío de lanzamiento de huevos, una semana antes de las pruebas programadas, en lo que parecía, el comienzo de un mes de infierno para todos, me di cuenta de que tal vez la planificación se haya convertido en una barrera invisible que me impide ser más intencional en el presente.
Me enorgullece firmemente creer, que TODOS los estudiantes merecen una educación de calidad. Vivo y respiro la equidad y el acceso, y a menudo me encuentro abogando por más recursos y herramientas para nuestros estudiantes. Aún así, como la mayoría de mis colegas, yo también caigo en el agotamiento del “final del año” y me fijo antes de que sea el momento justo. ¿Cómo puedo decir que nuestros estudiantes merecen campeones y maestros que se preocupen por ellos, si yo también termino sintiéndome demasiado cansada como para querer hacer lo mejor de lo que queda del año y, en cambio, prefiero consolarme, pensando en el próximo año y en tomar decisiones sobre ¿cuánto más intencional seré entonces? Si esto suena contradictorio, lo es. Como educadores, les debemos a nuestros estudiantes la oportunidad de hacer, que cada día, se sientan especial. Nunca sabemos cuándo se encenderá la foco y si no hacemos que cada día escolar cuente, en realidad, estamos perjudicando su educación.
Comparto este momento reflexivo, porque sé que es fácil compartir todos nuestros éxitos, pero no es tan fácil compartir nuestros momentos no tan orgullosos. Para que seamos los educadores alegres, creativos y desafiantes que nuestros estudiantes necesitan, necesitamos tomarnos el tiempo para reflexionar y mejorar cada día. El final del año siempre es difícil, debido a todas las actividades que deben completarse antes del último día de clases. Pero la forma en que terminamos debe ser menos sobre hacernos pasar el tiempo y más, sobre cómo construir recuerdos y, cómo comprometer a nuestros estudiantes de una manera que los haga esperar la escuela. Sé que la temporada de exámenes es abrumadora, y sentir que la cantidad de tareas para calificar en nuestro escritorio solo aumenta, es agotador, pero en todo lo que sentimos, ¿con qué frecuencia pensamos cómo se sienten nuestros alumnos? Los estudiantes son perceptivos. Saben cuando no estamos completamente presentes, y pueden sentir cuando estamos desconectados. Hagamos lo mejor para ser intencionales con nuestro ahora. Hagamos que las pruebas sean menos sobre el examen, y más sobre lo que han logrado nuestros estudiantes. Hagamos que nuestras tardes después de una mañana entera de evaluaciones en línea, sean más sobre el aprendizaje basado en proyectos, y, menos sobre la acumulación de más información.
Este es el momento que siempre deseamos durante el año: el tiempo para ser más flexibles y hacer que el aprendizaje sea divertido y desafiante de diferentes maneras que pueden no estar completamente conectadas a los “estándares”. Impactamos directamente a nuestros estudiantes a diario. ¿Por qué no priorizar hacer, que todos los días cuenten y dejar la pesada planificación del próximo año para cuando los estudiantes salen para el verano?