Como educadora, es fácil para mí perder de vista mi misión más grande, mientras me involucro en las lecciones, calificaciones, y las millones de tareas que vienen con mi papel en el aula. La semana pasada, tuve la oportunidad de visitar universidades en el sur de California con 120 estudiantes en su tercer año de preparatoria y, obtuve claridad e inspiración, sobre por qué las experiencias universitarias son una parte necesaria del desarrollo de los estudiantes, especialmente para los estudiantes de color.
La red de charter, de la que formo parte, se enorgullece de su misión universitaria: nuestro objetivo es “capacitar a los estudiantes para el liderazgo universitario, profesional y comunitario y, compartir nuestras prácticas a escala nacional”. Nuestros maestros y personal trabajan incansablemente, al igual que otros educadores en educación urbana, para interrumpir las desigualdades que muchos de nuestros estudiantes han enfrentado durante años, antes de poner un pie en nuestros campus.
Un artículo de Go College enfatizando la importancia de la preparación temprana para la universidad explicó, que para que “un estudiante esté verdaderamente preparado para la universidad, los padres y los niños deben comenzar a pensar y discutir los objetivos de la educación superior, tan pronto como en la escuela primaria”. Mientras muchos de los estudiantes de todo el país se benefician de este privilegio, para la mayoría de mis estudiantes, este énfasis no comienza hasta que ponen un pie en nuestro campus como estudiantes de noveno grado. A medida que recorríamos los diferentes campus, se hizo evidente que los grupos de turistas presentes e incluso las familias que se encontraban en las oficinas de admisión, no se parecían a nuestros estudiantes. Esta disparidad fue una realidad difícil para mí, pero también me proporcionó la motivación para alimentar el trabajo que se lleva a cabo, dentro de nuestras aulas.
Fue particularmente inspirador, escuchar a uno de mis estudiantes decir el hecho de que los estudiantes en el campus que visitábamos, eran predominantemente blancos, continuó agregando que ella iba a ser la diferencia y, cambiaría esa tendencia con su admisión y asistencia. Los estudiantes agregaron que, en medio del escándalo de admisión a la universidad, sabían que sus años de redacción de ensayos, asistencia a horas de oficina y actividades extracurriculares, merecerían su aceptación a las universidades que visitamos. Su actitud era similar a la mía cuando estaba pasando por el proceso de admisión a la universidad, pero una vez que puse el pie en mi campus universitario, quedó claro que el apoyo que mis maestros me brindaron estaría presente incluso, después del día de graduación de la escuela preparatoria. Cualquier educador sabe que el trabajo de un maestro nunca se acaba, debemos continuar creando experiencias universitarias poderosas, para aumentar la exposición que nuestros estudiantes de color tienen dentro de la educación superior.
Daniela Felix
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