El otro día estaba limpiando la cocina, cuando escuché a mi hija menor gritar en el lado opuesto de la habitación: “No me gusta mi hermana; es estúpida”. Mi respuesta inicial fue enojarme con mi hija por ser mala, pero en cambio, me di cuenta de que estaba experimentando estar a la defensiva, casi como si fuera el corresponsal de ese insulto. Cuando me acerqué a ella, recordé a mi yo más joven, una niña sensible que no se defendía. También recordé este viejo dicho: “Los palos y las piedras pueden romper mis huesos, pero las palabras, nunca me harán daño”. Recuerdo haber dicho este dicho cuando era una niña, casi lo recitaba como si fuera una canción popular en la radio. Pero la verdad general fue, que las malas palabras que me dijeron si me dolieron.
Ahora, como madre y como adulta, entiendo y respeto el poder de las palabras. Las palabras tienen la capacidad de inspirar, mover, ser humilde, humillar y hacer que actúes. Las palabras tienen peso. Y con eso decidí a no culpar a mi hija por su elección de palabras, sino, enseñarle lecciones importantes de la vida, sobre el poder de las palabras, las elecciones y la responsabilidad. Aquí hay tres herramientas de vida, que le enseñé a mi hija que hubiera deseado haber aprendido a su edad.
# 1 Las palabras son mágicas
Don Miguel Ruiz, autor de “Los Cuatro Acuerdos” (The Four Agreements) utiliza una analogía mística y poderosa para resaltar también la importancia de las palabras. Él dice: “Cuando usas palabras para crear, dar, compartir y amar, eres como un mago blanco, transformando la vida de los demás. Pero cuando usas palabras contra personas, eres como un mago negro, lanzando hechizos y atando a las personas a las palabras negativas con las que las asocias ”. Un ejemplo de la vida real de un mago negro, que utilizó el poder de las palabras contra las personas, sería Hitler. Hitler en Alemania, usó sus palabras para influir las emociones de millones, lo que resultó en destrucción masiva, guerra y muerte. La simplicidad de esta analogía mística es muy poderosa, pero tan simple, que cualquier mente joven puede entenderla.
# 2 Siempre tenemos una opción.
“La actitud es una elección. La felicidad es una opción. El optimismo es una elección. La amabilidad es una elección. Dar es una elección. El respeto es una elección. Cualquier elección que hagas, te hace. Elija sabiamente”, explica el autor Roy T. Bennett en su libro, The Light in the Heart. Mi hija tan joven como es, tuvo la opción de ser amable o grosera con su hermano. Sin embargo, ella podría no haberlo sabido. La capacidad de comprender que somos el único que tiene el control total de nuestras decisiones y emociones, es una lección de vida que nos da poder. Aprendió que puede controlar sus emociones y controlar el resultado que desea. Admito que esta es una lección que aprendí en mis veintes, y aún estoy aprendiendo. Sin embargo, ahora tengo una pequeña compañera a la que puedo responsabilizar y también a mi misma.
# 3 Responsabilidad
Asumir la responsabilidad puede hacer que cualquiera se sienta importante, especialmente los niños. Los niños, que aprenden a asumir la responsabilidad de sus elecciones y acciones, a cambio pueden comprender cómo sus elecciones y acciones afectan a los demás. Mi hija estaba molesta con su hermana por no compartir sus marcadores; sin embargo, tomó la decisión de gritarle e insultarla, en lugar de preguntar amablemente. Después de explicar el poder de las palabras y permitirle asumir la responsabilidad de su decisión de insultarla (a pesar de que no era la opción correcta), pudo comprender cómo la lastimó.
Aunque no veo a mi hija aprendiendo estas herramientas de la vida de inmediato, soy lo suficientemente paciente, como para seguir recordándole su poder para elegir palabras sabias, y asumir la responsabilidad de sus acciones. Además, simplemente preguntando: “¿Qué mago serás hoy, negro o blanco?” Puedo ayudar a mi hija a sentirse empoderada para tomar las decisiones correctas.