En nuestro anterior blog, exploramos la afirmación del educador del Área de la Bahía, Dr. Jeffrey Duncan-Andrade, de que el sistema de educación urbana en Estados Unidos, no está fallando. Según Duncan-Andrade, la educación urbana está diseñada para producir y reproducir el fracaso; desde su inicio, se supone que la educación urbana, debe fallar a los estudiantes y a la sociedad. Por lo tanto, debemos admitir que la educación urbana es realmente exitosa; es exitosa en cumplir su diseño para fallar de manera consistente y descarada.
En este blog, exploraremos más a fondo, dos razones proporcionadas por Duncan-Andrade, sobre por qué se tolera este fracaso continuo, en la educación urbana. No faltan las retóricas y las protestas de la reforma escolar, pero desde un punto de vista práctico, debemos admitir, el fracaso es la expectativa cotidiana del sistema educativo urbano. Duncan-Andrade afirma que hay dos razones principales que debemos explorar “si queremos avanzar un conjunto de estructuras y prácticas educativas críticas en las escuelas urbanas”. Para tener una conversación impactante sobre la reforma de la escuela urbana, debemos hablar sobre ambas, la política y la economía del fracaso.
Cuando consideramos la política de la educación, eventualmente nos enfrentamos con su sentido profundamente arraigado del Darwinismo social. Damos por sentado que los estudiantes que tienen éxito dentro del sistema educativo, tendrán éxito en la vida, y citamos la investigación sin cuestionar la correlación, entre el éxito académico y una vida exitosa. Lo que es peor es que “se tolera el fracaso perpetuo de la escuela urbana porque en el fondo nuestra nación suscribe la creencia de que alguien tiene que fallar en la escuela”. Esta es la razón de “la existencia de un sistema pedagógico en gran medida indiscutible de calificación y prueba que por su diseño garantiza el fracaso para algunos”. Esperamos que los estudiantes fracasen tanto, como esperamos que tengan éxito, y esta es la razón por la cual muchos padres y estudiantes en todo el país, están más enfocados en las calificaciones que reciben que en el aprendizaje con el que están comprometidos. Esto se espera de una sociedad que premia los méritos, en lugar del desarrollo personal.
Duncan-Andrade, argumenta que la economía de la educación también debe considerarse. “En gran medida, el discurso público reconoce, pero deja sin cuestionar el hecho de que las comunidades más ricas, tienen mejores oportunidades educativas”. Esto da como resultado una tasa de éxito sesgada, que beneficia a los ricos, pero esta realidad está oculta detrás de la ilusión de que todos los estudiantes, ricos y pobres, tienen igualdad de oportunidades para el éxito académico. Duncan-Andrade compara esta ilusión con un juego fraudulento de Monopolio, donde “en el juego de la educación, los grupos con altos niveles de capital social, político y económico, se mueven alrededor del mismo tablero de juego que el resto de la población, supuestamente compitiendo bajo el mismo conjunto de reglas, pero se proporcionan un presupuesto suplementario que garantiza una competencia desleal, una que durante siglos ha producido los mismos resultados desiguales en las escuelas y en la sociedad en general ”. Al final, los estudiantes más ricos experimentan el éxito académico, no porque tienen un intelecto o cultura superior, pero porque tienen el dinero para experimentar el éxito.
Aunque Duncan-Andrade no ofrece soluciones directas para abordar estos factores estresantes políticos y económicos en la educación urbana, sí sugiere que la educación urbana experimentará una verdadera reforma cuando los educadores comiencen a implementar una “pedagogía culturalmente relevante”. Los estudiantes comenzarán a experimentar un impacto educativo reformado, cuando “en lugar de presentar [su] comunidad como un lugar para elevarse, las escuelas deben equiparse para aprovechar el conocimiento que los estudiantes traen con ellos a la escuela, conocimiento que a menudo, no está en sus libros de texto, sino que se adquiere de la calle, tradiciones familiares culturales, cultura juvenil y los medios de comunicación”. Al incorporar una pedagogía culturalmente relevante, se cambian las tablas políticas y económicas, y aquellos estudiantes que históricamente han experimentado un fracaso sistémico en entornos académicos tradicionales, se colocan como poseedores de conocimiento; por lo tanto, derrotando indirectamente los obstáculos políticos y económicos sistémicos que los estudiantes de color experimentan en el aula.
La pregunta ahora es: ¿CÓMO podemos lograr esto? Vuelva para el próximo blog en esta serie para enterarse!