Quiero agradecer a La Comadre por permitirme compartir mi historia. Soy madre de dos niños: Saul Antonio, que tiene 17 años, y Aaron Demetrio, de 7 años. Vivimos en el Distrito Escolar Unificado de Montebello (MUSD). También soy gerente de tiempo completo de una oficina gubernamental.
En el verano de 2019,a mi hijo Aaron le diagnosticaron convulsiones de ausencia y síndrome nefrótico, un trastorno renal. Se perdió los primeros días de kinder porque estuvo hospitalizado. Durante este tiempo, la escuela fue muy complaciente. Mi hijo estaba tomando medicamentos para ambas afecciones, uno de los medicamentos fueron los esteroides. Sus emociones estaban afectadas y ganó alrededor de 10 libras en 6 semanas. Estaba muy hiperactivo y se colocó en un plan 504 para ayudar con su comportamiento y arrebatos. Durante las conferencias de padres de invierno, su maestra me informó que es probable que Aaron repita el grado. Sentí que le había fallado como madre de mi hijo, me estaba costando mucho averiguar cómo ayudarlo. Creo que la razón de mis dudas fue la manera en que etiquetan a los niños en las escuelas. Hablé con una amiga cercana que es trabajadora social y ella me ayudó a ver más allá de las etiquetas. Recuerdo que me dijo: “tenemos que hacer todo lo posible para ayudar a nuestros hijos”. Dicho esto, las escuelas también deben hacer su parte.
Como resultado, solicité un Plan Educativo Individual (IEP) para mi hijo tan pronto como regresara de las vacaciones de invierno en enero de 2020. Presenté mi solicitud y llamé unas dos semanas después para preguntar cuáles serían los próximos pasos para mi hijo, porque estaba luchando. Me informaron que el psicólogo de la escuela se comunicaría conmigo. Recibí una llamada un par de días después para informarme que las evaluaciones iban a empezar pronto y que ella enviaría su informe en unas pocas semanas. Por esa época, a mi hijo también le diagnosticaron TDAH. Esperé y esperé a que evaluaran a Aaron, pero nunca sucedió. Entonces la pandemia llegó de repente y la escuela cerró. Nos dijeron que los niños de kindergarten no estarían recibiendo clases de Zoom y que todo el trabajo de clase se publicaría en línea. Como muchos padres que trabajan de tiempo completo, ¡esto me asustó totalmente! ¿Cuándo iba a encontrar el tiempo no solo para enseñar la lección, sino también para ayudarlo con su tarea? De alguna manera, me las arregle. El año escolar estaba llegando a su fin y todavía no había tenido noticias de la escuela. Como mi hijo se estaba retrasando cada vez más, solicité la escuela de verano. La escuela de verano fue muy productiva para Aaron, porque era una clase más pequeña.
Llegó el nuevo año escolar y Aaron todavía estaba luchando. No hubo comunicación de la escuela con respecto al estado de su IEP. Le informé a la maestra que estábamos probando diferentes medicamentos y Aaron, necesitaba ayuda adicional. Luego comenzó a dar clases particulares a un pequeño grupo de estudiantes durante un par de meses. Pero Aaron, todavía se estaba retrasando. Seguí enviando correos electrónicos y me dijeron una y otra vez que la escuela “no estaba autorizada para hacer evaluaciones en este momento”. Pedí alternativas, pero no me ofrecieron ninguna. Me contactaron en marzo de 2021 para programar evaluaciones para Aaron. Pasaron varias semanas y una vez más no recibí información sobre los próximos pasos. Me comuniqué con la psicóloga de la escuela sobre el estado de mi hijo, y ella respondió que lo investigaría. Me dijeron que recibiría los resultados en un par de semanas. Pero ese día nunca llegó.
En ese momento, estaba molesta y frustrada. Me comuniqué con mi amiga Alma, para ver si podía guiarme en la dirección correcta. Esto fue lo mejor que pude haber hecho para mi tranquilidad. Me puso en contacto con Lisette y fue de inmensa ayuda. Ella compartió su historia y muchos recursos. Después de la llamada telefónica, me sentí validada y empoderada. No podía creer que una llamada telefónica y varios mensajes de texto de seguimiento pudieran hacer tanto por mi estado de ánimo. Hasta este punto había sido muy paciente y comprensiva, pero obviamente eso no había funcionado. Me puse en contacto con un grupo de defensa que trabaja para promover los derechos educativos de los estudiantes con discapacidades. Me ofrecieron una cita en dos días. La información y los consejos que recibí fueron invaluables. Después de la cita, supe que no era mi culpa que mi hijo no estuviera recibiendo la ayuda que necesitaba desesperadamente.
Han sido dos años largos y duros para Aaron (y para mí) pero me siento muy optimista de que las cosas cambiarán. Aunque este proceso ha sido frustrante, conectarme con madres que han pasado por situaciones similares realmente me ayudó. Aprendí que está bien pedir ayuda y confiar en los demás, sin importar lo difícil que sea hacerlo. Mi hijo merece una buena educación y todos los servicios que necesita para ayudarlo a tener éxito en la escuela. La conclusión es seguir luchando y no retroceder, nuestros hijos se lo merecen. Somos los mejores defensores de ellos. No descansaré hasta que mi hijo reciba la ayuda que necesita. Espero tener buenas noticias pronto.
Rosa Ortega
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